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30/07/2004

Opinión: Sobre la protección del trabajo

Hay una crisis de protección al trabajo. Es posible hacerse cargo de ella, comprender el significado del empleo precario y poner sobre la mesa la voluntad de mejorar su calidad.

El trabajo ha perdido protección en los últimos decenios y emergido como uno de los temas centrales en los debates sobre empleo y relaciones laborales y en las investigaciones académicas. Segmentos crecientes de trabajadores quedan excluidos de los estándares mínimos para el desempeño laboral. La posibilidad de invocar y ejercer los derechos laborales disminuye.

La Dirección del Trabajo publicó recientemente un estudio de trayectorias laborales que, utilizando los datos de la encuesta de empleo del INE, analizó seis registros sucesivos del empleo de cada persona, obteniendo su historia de trabajo por un período de 18 meses.

En ese lapso, 78% de la fuerza de trabajo cambió de condición de actividad -transitó entre ocupado, desempleado e inactivo- y/o de categoría en la ocupación, moviéndose entre las distintas modalidades de empleos dependientes e independientes. La velocidad de estos cambios es también muy intensa: 63% efectuó más de uno durante el año y medio y casi 40% realizó tres o más movimientos. O sea, un patrón ocupacional altamente inestable.

Las personas que mantuvieron su empleo en todo el período estudiado, alcanzaron a 42% de la fuerza de trabajo; se incluyó en este segmento a los siempre ocupados, aunque hubiesen estado en labores distintas. Esto evidencia que se ha consolidado la discontinuidad en el empleo. Quienes pierden la calidad de ocupados pueden estar buscando trabajo (desempleados) o bien, ser inactivos. Las trayectorias mostraron que casi 30% de la fuerza de trabajo sufrió desempleo, una vez, al menos.

El riesgo de desempleo está muy generalizado, más de lo que sugiere el nivel de las tasas trimestrales de desocupación. Casi la mitad de los trabajadores desocupados, estuvo en esta situación más de una vez; pudo tratarse de episodios cortos entre los cuales hubo situaciones de empleo o inactividad o de un desempleo de dos o más trimestres.

Una proporción parecida de trabajadores, 29%, se movió entre la ocupación y la inactividad, y en 11% su trayectoria incluyó las tres posiciones: ocupado, desocupado e inactivo. Un segmento de casi 4% no logró empleo en todo el período y se declaró desocupado o inactivo, es decir, pasó de la búsqueda activa al desaliento. No todos estos cambios afectan el nivel de protección laboral, pero así ocurrió a lo menos en 26% de los casos, que se movió entre un empleo dependiente y otro independiente.

La investigación revela que los cambios en la posición laboral ocurren con una frecuencia inusitada. Con esto se responde adecuadamente a los requerimientos de la producción, pero tal dinámica ha desarticulado el sistema de protección al trabajo.

¿En qué medida esta realidad es considerada por la política laboral? La instalación del seguro de cesantía o la orientación de la formación para el trabajo (competencias básicas en vez de especializaciones estrechas), son políticas pensadas para un mercado con amplia movilidad. Pero el debate debe ser más integral y tomarse medidas urgentes.

Los beneficios de la seguridad social o los derechos de la maternidad, por ejemplo, rigen real y plenamente sólo para los segmentos minoritarios de trabajadores que conservan empleo estable. Estos son también quienes forman organizaciones sindicales y negocian colectivamente, lo que significa una restricción en la vigencia de los derechos del trabajo.

Hay una crisis de protección al trabajo. Es posible hacerse cargo de ella, comprender el significado del empleo precario y poner sobre la mesa la voluntad de mejorar su calidad.

(Publicado en "La Nación"/ 28 de julio de 2004)